Tonatiuh Muñoz Aguilar
Durante la administración de Antonio Gali, el estado de Puebla se consolidó y luego perdió el título de «epicentro de los huachicoleros», que ahora es compartido con otras entidades como Guanajuato, Veracruz y la vecina Tlaxcala.
Así lo dan cuenta no sólo las cifras que semana tras semana entrega el Grupo de Coordinación Puebla Segura -una estrategia imbuida desde el gobierno estatal con el objetivo precisamente de arrancar a los ladrones de combustible uno de sus negocios más redituables-, que durante la penúltima semana de abril reportó un decomiso de más de 19,700 litros de carburante presuntamente ilegal, sino también las notas periodísticas que indican un desdoblamiento del fenómeno hacia los estados circunvecinos.
Según los reportes de este Grupo de Coordinación Puebla Segura, a lo largo de casi un año, las autoridades estatales en contubernio con la Marina, el Ejército, la Policía Federal y algunas policías municipales han alcanzado el decomiso de seis millones 305 mil litros de combustible a través de 2,048 operativos, en los que también se han asegurado 3,208 vehículos y se han sellado 570 tomas clandestinas. A la par, al menos 800 personas han sido remitidas a las autoridades.
Esta situación sin embargo no ha acabado con el problema, sino que únicamente lo ha movilizado hacia otros municipios del estado e incluso, hacia las entidades vecinas. Durante la última parte del sexenio de Rafael Moreno Valle y en los albores del actual gobierno se decía que el «Triángulo Rojo», esa franja comprendida entre los municipios de Cañada Morelos y Tepeaca era el principal bastión de operaciones para los grupos de «huachicoleros».
La llegada de los marinos a petición expresa de José Antonio Gali -más de 1,500 en un principio -permitió sí, hacer que la zona se pacificara, pero acarreó una enorme cantidad de problemas para el territorio de Puebla que colinda con el Estado de México. Fue así como el municipio de San Martín Texmelucan -socorrido de por sí por la presencia de grupos delictivos -se convirtió en la zona de mayor confluencia para el crimen organizado que se dedica principalmente al robo de hidrocarburo.
Tanto Texmelucan como sus demarcaciones lindantes (Santa Rita Tlahuapan, Huejotzingo, San Jerónimo Tianguismanalco por mencionar algunas), constituyen a la fecha la región de mayor peligrosidad para turistas y locales, no sólo por la misma actividad «huachicolera» sino por los delitos que ésta acarrea: robo de vehículos -principalmente de carga -asaltos comunes, linchamientos, homicidios y hasta violaciones, constituyen la «nota roja» de los principales medios de comunicación locales, prácticamente a diario.
Así lo demuestran el asalto violento a una familia de Quecholac cometido el 3 de mayo pasado, en el que perdió la vida un menor de dos años y dos mujeres -una de ellas adolescente -fueron violentadas. También las agresiones contra los propios miembros de la milicia se han vuelto en Texmelucan el «pan nuestro de cada día» y recientemente, el comandante de la 25 zona militar, Raúl Gámez Segovia, anunció que el Ejército denunciaría penalmente a presuntos huachicoleros quienes agredieron a los uniformados con palos y piedras e incluso intentaron quemarlos.
El fenómeno del «huachicol» en la zona de Texmelucan ha generado igualmente «víctimas colaterales» quienes incluso han perdido la vida sin tener nada que ver con el ilícito. Así ocurrió el pasado domingo 17 de abril, cuando un menor de dos años que pernoctaba al interior de su vivienda ubicada en Santa Ana Xalmimilulco -junta auxiliar de Huejotzingo, ubicada en la principal línea de fuego -recibió una bala perdida que ingresó por la lámina de aluminio con la que su familia de extracción humilde cubría la azotea y le perforó el cráneo causando casi inmediatamente su muerte cerebral.
Los pobladores como «amigos» de los delincuentes
Del mismo modo que se experimenta en otras regiones de la república en las que el crimen organizado ha asentado sus reales para delinquir a través de actividades como el tráfico de drogas, el secuestro o la trata, un importante porcentaje de pobladores se han coludido con las fuerzas delincuenciales -ya sea por gusto o por necesidad, incluso obligados -y éstas las utilizan como escudo, de tal manera que cuando el Ejército irrumpe en la zona, niños y mujeres aparecen en la primera línea para impedir que los federales disparen o intenten decomisar combustible.
Autoridades de diferente índole como el propio Raúl Gámez Segovia, el comandante de la Policía Federal en el estado, Teófilo Gutiérrez Zúñiga o incluso el propio gobernador Gali, han reconocido recientemente que la región de Palmarito, Quecholac, Acatzingo, Tepeaca, Palmar de Bravo y demás municipios que conforman en Triángulo Rojo ha cedido su sitio para que ahora, Texmelucan y sus alrededores constituyan la región más peligros que existe en Puebla en estos momentos.
Desdoblamiento hacia otros estados
Hacia finales de 2017, las autoridades de PEMEX en colaboración con la Procuraduría General de la República (PGR), confirmaron que Puebla era la entidad con el mayor número de tomas clandestinas, esto debido principalmente a su ubicación estratégica en el poliducto Minatitlán-México, un conducto por el que circula el combustible y el cual parte precisamente desde ese municipio veracruzano hasta la capital del país.
Sin embargo eso está cambiando recientemente ya que los ladrones de combustible al verse acosados en su actividad delictiva han recorrido su actividad hacia otros estados donde el hoy el combate de ese negocio no se encuentra tan fortalecido como en la entidad de Puebla.
Así, Guanajuato, Querétaro y Tlaxcala emergen poco a poco como el nuevo territorio de los huachicoleros, principalmente este último donde las precarias condiciones de las familias han facilitado que el crimen coopte a los pobladores para que fácilmente se unan al negocio. En territorios como Guardia, San Luis Teolocholco y aún en las juntas auxiliares de Puebla que colindan con el territorio de Tlaxcala (San Jerónimo Caleras, San Pablo Xochimehuacán, San Lorenzo Almecatla), se han recrudecido recientemente los asaltos, las balaceras, los ajusticiamientos y la detección de tomas clandestinas.
Prueba de ello es el reciente asesinato de tres policías de Zacatelco, Tlaxcala, quienes perdieron la vida precisamente durante un enfrentamiento con presuntos huachicoleros. El hecho cobró trascendencia a nivel nacional no sólo por el asesinato en sí, sino porque durante el velorio, el alcalde de Zacatelco, Tomás Orea, pronunció un singular discurso que era copiado de la serie «Games Of Thrones».